martes, 3 de diciembre de 2013

Mi vida como bully

“Nos acostumbramos a la violencia,
y esto no es bueno para nuestra sociedad.
Una población insensible es una población peligrosa”.
Isaac Asimov



"¡Zorro franqui, zorro franqui, zorro franqui!", arengábamos unos tres o cuatro a todo el bus, y el resto de niños nos seguía en el coro, todos menos unos pocos que estaban sentados adelante, muy cerca del target, como llaman ahora a las víctimas.  La cosa siguió un buen rato, hasta que mi hermano, que también estaba sentado adelante, me hizo una seña.  Se llevó el índice al ojo y lo deslizó por su mejilla. Habíamos hecho llorar a nuestro compañero.  Ya a estas alturas, no recuerdo exactamente porqué le llamábamos así, pero me parece que el chico usaba unos zapatos muy toscos, probablemente ortopédicos, y eso, más su altura, nos lo hacía parecido al monstruo de Frankenstein.


Apenas me llegó la señal, paré de molestar. No todos pararon, pero rápidamente la arenga esa, se convirtió en un murmullo.  El chico se quedó tranquilo, y a otra cosa.  De seguro la cicatriz de ese día, aún la lleva, ojalá como una medalla, y no como un yunque.

Casi todos mis estudios, los hice en mi amado San José La Salle de Guayaquil, colegio de varones, forjador de traumas, de lecciones al reglazo, y donde escenas parecidas a la que les conté, eran muy frecuentes.  Aún así, nunca fuimos desensibilizados sistemáticamente, y la regla era el respeto, sobre todo la empatía. Reglas que eran reforzadas en mi casa, donde sin tanta palabrería, y casi sin querer, se trabajaba en conjunto con la escuela para ayudar a formarnos.  Ese fue el mundo donde me tocó crecer.

En el mundo de nuestros hijos, la cosa es seria.  Los actos de violencia verbal y física, no solo que han crecido en frecuencia, sino también en nivel de gravedad y la edad en la que empiezan, ha decrecido considerablemente.  Muchas de estas cifras la podemos ver en un documental poderoso, "The Bully Project (2011)".

Lo que más me preocupa, es la falta de empatía, que creo que es la base de cualquier sociedad.  Nos podremos quedar sin voz repitiéndole a nuestros hijos lo perverso que es el bullying, pero mientras sigamos irrespetando al resto, mientras sigamos botando basura en la calle, parqueándonos en doble fila, metiéndonos en la cola del banco o del supermercado, pitando descontroladamente cuando recién se puso en verde, acelerando en la amarilla, etc es decir mientras sigamos comportándonos como MMV (muy malos vecinos), todo lo que digamos, quedará en palabras.

Este es un problema de dos vías, y también hay que ayudar al agresor, prevenir estos comportamientos, no solaparlos.  En nuestras escuelas este tema todavía es una especie de tabú, más que nada por la falta de garantías que tienen para reforzar estos valores, que repito, son las familias las responsables de enseñarlos.

Empecemos entonces a enseñar con el ejemplo.  No nos dañemos el día por un guardia amargado, un cajero sin suelto, un chofer que se nos cruza, sino que intentemos siempre, a través de la comprensión, evitar agredirlos para romper el círculo.  Actuemos así, no solamente cuando estemos con nuestros hijos, sino sobre todo cuando ellos nos estén viendo. Enseñémosles que, a través de la empatía, hasta la discusión más difícil podrá terminar en un abrazo sincero. Si yo pude aprender, todos podemos.

El gran Louis CK, nos da unos consejos pepa en parenting sobre el bullying, el aburrimiento y la vida.