martes, 19 de abril de 2011

Si votaran los toros


Si votaran los toros, seguramente tendrían que estar bien apadrinados, porque como minoría electoral, no tendrían ni la más mínima posibilidad frente a la dictadura de las masas que se ha acurrucado en el Ecuador.  A no ser que, quienes manejan al voto popular, concuerden con ellos o les interese que la posición de los bueyes sea la ganadora.

Pero los toros no votan, y nosotros, los que votamos (obligados), somos quienes tenemos la responsabilidad de bajarles el pulgar o de aplicar el perdón a estos animales.  O por lo menos eso es lo que parece decir la siguiente pregunta del proyecto de  Consulta para este 2011:

3.- Con la finalidad de evitar la muerte de un animal por simple diversión, 
¿Está usted de acuerdo en prohibir, en su respectiva jurisdicción cantonal, los
espectáculos públicos donde se mate animales?

Así a quemarropa, hasta la pregunta es necia.  SI, que se prohíban las corridas de todo.  Especialmente las corridas que no me gustan a mí.  

Pero luego, y sacudiéndome un poco el polvillo totalitario, recuerdo que, por principio, yo no podría imponer mis gustos o mi forma de pensar a otras personas.  

Entonces digo NO.  Porque me parecería de muy mal gusto, y totalmente reñido con Carreño, ir por la vida obligando a los demás a que piensen como yo.  Eso solo me lo reservo para mi esposa y mi hija, y valga decir, con nulos resultados.  Soy yo quien termina pensando como ellas.

En fin, luego de realizar una minuciosa investigación sobre el tema en Internet (que tuvo más de ociosa que de cualquier otra cosa), me encuentro con que los argumentos a favor de la prohibición sacan a relucir los derechos de los animales.

Ahí dije SÍ y mil veces SÍ.  

Pero pronto se me ocurrió preguntarme, ¿los animales tienen derechos?  Respuesta corta: No. Respuesta menos corta:  Creo que los animales no tienen derechos, pero así mismo creo que los humanos tenemos la obligación de darles un trato ético.

Por lo tanto votaré NO.  Una vez que queda claro que esta cuestión es un problema ético y moral, no debe ser tratado ni reflejado en el campo legal.  Los gobiernos que tratan de imponer su moral y buenas costumbres a través de leyes tienen un adjetivo propio:  fascistas.

Votaré NO porque creo que para desterrar esta y otras malas costumbres no necesitamos leyes, necesitamos EDUCACIÓN. 

Votaré NO porque el resultado de esta pregunta permite tácitamente que el toro siga siendo torturado dentro de un marco legal.

Amigos antitaurinos, sigan en la lucha y yo seguiré, desde donde me necesiten, apoyándolos como lo hice en el Festival del Toro del 2008.  Solo tengan claro que imponer no es la manera. 

Yo tampoco quiero que maltraten a los animales.  Pero así NO.

martes, 5 de abril de 2011

Extremaunción

"Confieso que enterrar a algunas gentes constituye un gran placer."
Antón Chéjov


Entre llantos ahogados y alaridos lluviosos, se podía escuchar con dificultad al Padre Luis, el sacerdote del recinto El Latigazo, murmurar con desidia: “Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad. Amén.”

El ruido de Ernestina y de sus hijas chocaba con la frialdad del cura, quien, había sido el confesor personal y amigo íntimo de don Lorenzo Vivas, notable habitante del cantón, jefe político del recinto, y actualmente a minutos de ser cadáver.

Cerca de las seis de la tarde, luego de dejar la habitación del paciente, el Dr Yagual, médico jóven, recién llegado y oriundo de la península, cuyo pelo parece amoldado con mantequilla, con voz triste y fingiendo sorpresa, pero con aire pomposo dijo:

-Doña Ernestina. Ya.

En muerte rápida, velorio corto. Por la mañana del día siguiente, la tierra de Nobol, se tragaba a su hijo ilustre. El alcalde dio un discurso muy sentido, con guiño a la viuda y brindis, porque ahora ya no se llora a los muertos, ahora se celebra su vida. No faltaron las rosquitas, el café estuvo un poco aguado y en el sepelio, las gotas de agua bendita que salpicó el Padre Luis se sintieron heladas y groseras.

Camino a casa, cargando la cruz del sol, y ayudada por la niña Felícita, su hija mayor, quien cada cierto tiempo le exprimía un algodoncito remojado de alcohol en las sienes, Ernestina pensaba en todas las cosas que había dicho y escuchado ese día.

-Lorenzo, vamos al médico, a tu edad no debes descuidarte ¿qué comiste? Eso no es un simple malestar.

-Ernestina, no pasa nada.

-Neti, le juro que solo desayuné y fui a la misa. Eso fue todo.

-¡Ya ven a acostarte y no jodas!¹







¹ Esta historia está basada en la declaración que Ernestina Rugel rinde ante el Comisario de Policía, horas después del velorio de su esposo. Transcribo a continuación la parte que interesa: Señor Comisario de Policía del Cantón Nobol, yo ERNESTINA ANTONIETA RUGEL ZAMBRANO viuda de quien en vida fue LORENZO AGAPITO VIVAS ZAMBRANO y domiciliada en el recinto El Latigazo, cantón Nobol, provincia del Guayas, con cédula de identidad XXXXXXXXX me presento en calidad de imputada a rendir mi versión libre y voluntaria de los hechos que precedieron a la muerte de mi esposo, y con el fin de afrontar la indagación que los técnicos de la Policía Nacional necesiten hacer para esclarecer las circunstancias de dicho suceso. COMISARIO: Agente Yugcha, proceda con el interrogatorio. AGENTE YUGCHA: Diga la imputada si conocía de la alergia a la aspirina del occiso. ERNESTINA: Sí conozco. AGENTE YUGCHA: Según el parte médico, firmado por el Doctor Efrén Yagual, su esposo muere debido al shock alérgico que le produce la ingesta de aspirina ¿Sabe usted qué alimentos consumió y dónde lo hizo su esposo en la mañana del día anterior de su deceso? ERNESTINA: Mi marido me dijo que solamente había desayunado y de ahí a misa. AGENTE YUGCHA: ¿Es cierto que usted se negó a llevar, al ahora occiso, al centro de salud para que lo atienda un médico? ERNESTINA: No es cierto, yo le dije que vaya al médico, que una persona de su edad no puede dejar pasar cualquier dolorcito. El Lorenzo estaba bien de salud, pero igual era un señor de ochenta años. Me dijo: “Neti, no pasa nada”, que solo había comido y nada más. Luego en la misa comulgó y de ahí a la casa. AGENTE YUGCHA: Y en la casa ¿qué pasó? ERNESTINA: En la casa enseguida se puso malito, se enronchó, se durmió y ya no se quiso despertar. Ahí le dije a la Felícita, mi hija mayor, ¡corre a ver al doctor que tu papá está mal! AGENTE YUGCHA: ¿Conoce usted el paradero del otro imputado? ERNESTINA: Desconozco. AGENTE YUGCHA: ¿Cuándo habló con él por última vez? ERNESTINA: La noche de ayer en la iglesia, le pregunté varias veces si sabía de la alergia. AGENTE YUGCHA: Y ¿qué le dijo? ERNESTINA: “¡Ya ven a acostarte y no jodas!”.



Escrito por Dany Freire el 5 de abril de 2011 para el Taller de Escritura de Cuentos "Combustión Espontánea" a cargo de Miguel Antonio Chávez