martes, 8 de noviembre de 2016

El mundo que nos deja el candidato Trump


Escribo esto sin saber el resultado de las elecciones en Estados Unidos.  A estas alturas, eso no es lo importante, porque la política en ese país, y más claro la relación de los americanos con su sistema político, ha cambiado para siempre.

Desde las elecciones del 2008, cuando Obama llegó a la Presidencia, con un discurso que daba más para charla de motivación (Yes we can!), percibí un fenómeno, que para nosotros en  Latinoamérica es moneda común.  Estábamos frente a una especie de caudillismo perfumado, eso sí, por la personalidad de Obama.  Un tipo muy carismático, inteligente y articulado.  Político, al fin, derramó unas cuantas promesas, que luego no cumplió, y ni siquiera se acomodaba en la silla del Salón Oval cuando, por causa de la crisis bancaria, tuvo que hacerle la venia al establisment, y dejar su discurso en el vagón de la campaña.

Incluso al final de las primarias demócratas (contra la misma Hillary Clinton), se pudo ver cómo los medios y las celebridades convinieron en darle el sí, al "primer Presidente negro".  Luego de eso, cada crítica a este candidato, muchas veces fue respondida con acusaciones de racismo y similares.

Este mismo fenómeno, queda retratado, patéticamente cuando cambiamos al personaje de Obama, un outsider, con el de la Sra. Clinton.

Hillary es una persona que, en el imaginario de la población americana, está íntimamente ligada con la clase política.  Su vida y su figura pública, han estado siempre en la órbita de Washington,  y en lo que ahí se decide (guerras, costos de salud, endeudamiento público, etc).  Al ser éstas, cosas que afectan directamente a la población, terminan estos sucesos pasándole factura a su capital político (electoral).

No podemos pasar por alto, lo que sucedió con Bernie Sanders, durante las primarias demócratas de la actual elección.  El Sr. Sanders, logró también apelar al lado emocional de los votantes demócratas, al igual que Trump, con un discurso (también demagogo) que era como la otra cara de la moneda republicana.  Sanders se quedó en el camino, luego de varios intentos por retirarlo tempranamente de la contienda, entre ellos una reunión privada con el Presidente Obama.

Esto explica que, mucha gente, la califica como una candidata que no inspira confianza, y que definitivamente no entra como agente de cambio.

En este mismo escenario, Donald Trump, irrumpe con un discurso demagogo, que apela a las mismas emociones del "Yes we can!", pero con una veta incendiaria.

Cuando las cartas estuvieron echadas (Bernie fuera de contienda y Trump como candidato republicano), los medios de comunicación empezaron a jugar su parte, y no dudaron en disparar sus cargas más fuertes contra el candidato que amenazaba al estado de las cosas.  Trump se convirtió en una especie de juguete de comediantes, celebridades y hasta deportistas, que lograron disfrazar de cool, cualquier crítica al candidato republicano, y al mismo tiempo trataron de blindar a Hillary arropándola de feminismo, ya que podría llegar a ser "la primera Presidenta".

Esto fue al principio, algo muy sutil, pero a medida que se acercaban las elecciones, y la desesperación por parte de la campaña demócrata crecía, los ataques se volvieron más frontales y los análisis políticos, económicos y sociales, perdieron espacio contra las noticias más amarillistas.

Esta jugada, hizo que las campañas, en su totalidad, se centren en el miedo en lugar de la inspiración.  Los piezas de campaña empezaron a parecerse a los anuncios de curvas peligrosas de las carreteras.  "Si votas por X, va a pasar Y".

El resultado de esto, fue que los votantes, lejos de encontrarse inspirados por lo que transmitía un candidato, pasaron a ser rehenes del miedo a lo que vendría con el contrario, y terminaron en la celda esa que llamamos "Votar por el mal menor".

Probablemente, los jefes de la campaña demócrata, al ver esto, trataron de corregir el rumbo y sus últimos mensajes han sido más positivos hacia su candidata, y bajaron las menciones (directas) a Trump.

Luego de estas elecciones, que los políticos llamarían "reñidas", pero que en realidad han sido abrasivas, ninguno de los dos grandes partidos políticos americanos, quedan bien parados.  Es preciso decir, que el golpe más fuerte lo reciben los republicanos, quienes parecen ir más encaminados a una implosión que a un renacimiento.

Espero que estos sucesos, hayan sido una especie de epifanía para muchos americanos, y en general para el mundo.  El estatismo está herido, y sigue con hambre, y está en nosotros detenerlo.

Algo que se puede sacar de positivo, de esta campaña, es que quienes han seguido este proceso, han sido testigos del derrumbamiento del prestigio de los medios tradicionales, frente a las nuevas tecnologías de comunicación.  Esto es bueno, ya que el colapso de aquellos, da espacio para que haya más opiniones, sin necesidad de que intervenga algún poder (estatal o divino).

Va a ser muy complicado, para estas cadenas, recuperar ese prestigio y sobre todo la confianza de la gente que los vio, día tras día, siguiendo agendas en lugar de entregando noticias u opiniones.

Queda claro también, que en este mundo, donde existen Wikileaks, a los políticos se les hace cuesta arriba, mantener el cinismo y las mentiras.

Pero de que tratan y tratarán, no lo duden.