viernes, 5 de abril de 2013

Curco


Lo decían en MTV, y aún así era increible.

Levanté el teléfono. Ya había una voz del otro lado.

-Se murió, loco.

-Simón, ahí están pasándolo.

-Chuta pipol ¿y ahora?

-No sé, no dicen nada más.  La gente se está reuniendo afuera de la casa del man. Ha dejado una carta.

-Qué verga pipol, yo pensé que era por lo que el man estaba enfermo.

-Osea el man si estaba enfermo, vivía jodido con la barriga. Y las drogas...

-La plena pipol, el man si le hacía bastante, y ¿qué dice el Curco?

-No he hablado con el man, si ahorita veo esta nota y a lo que alzo el teléfono ya estabas tú.

-Yo de una fui a llamarte, porque por ahí dijeron algo en la radio. La nota es el Curco pipol, ese man se pega un tiro.

-Aguanta no hagas cháchara que así mismo fue.

-Habla serio.

-Serio.  El man se ha encerrado en un cuartito y se ha disparado.

-Vesa vaina.

-Aguanta un rato que están tocando el timbre.

-Ya.

-Maricón ya te llamo, ¡es el Curco!

-Bacán, chao.

Ahí estaba el Curco, afuera de mi casa, soportando sádicamente el calor de Guayaquil con un abrigo de lana, jeans, zapatos Converse y el pelo largo.  Su flaqueza extrema hacía juego con la curvatura de su espalda, la que le hacía honor a su apodo.  El Curco siempre estaba serio, y en sus mejores días, triste.  Trataba de ser sarcástico, pero pocas veces lo lograba. Trataba tomando drogas, pero no le pegaban bien. Quería que lo rechazen, pero todos lo aceptaban.  Trataba de ser Cobain, pero solo llegaba a Curco.

-Entra, loco.

-Habla -me saludó con su mano sudada.

-Turro ¿no?

-¿Qué cosa?

-¿Cómo que cosa? ¿No sabes?

-¿Qué? ¿No puedes salir? Pssste man...

-Nada loco. Vente, tengo algo que contarte.