viernes, 22 de marzo de 2013

El Rock como excusa para ser optimista


A los viejos amigos que el Rock me regaló.

"Como una patada en los huevos...", "Tiene punch...", "Es ácido..." cada vez que leo críticas de álbumes de Rock, abundan los adjetivos bruscos, las figuras violentas.  Porque el Rock es música así, transgresora, atrevida, que si no te hace sentir golpeado, como que no cumplió su objetivo.  Y por eso es que uno, cuando es adolescente, se deja seducir por él.  Porque solo el Rock puede entenderte cuando te putean, cuando no te quieren,  cuando pegas y cuando te pegan, cuando despertaste en la vereda del garaje del tipo que quiso llegar temprano a su trabajo, cuando te cogieron por consumo y al rato te aflojaron por chiro, cuando te joden por el pelo largo y luego te ponen apodos cuando te rapas, cuando no quieres bailar en las fiestas, en fin, cuando eres adolescente.  Y digo que te dejas seducir, porque tú no escogiste al Rock, el Rock te escogió a ti.

Y por eso es importante el Rock para pasar esos malos ratos, porque uno piensa "bueno, pero me sirve para meterlo en alguna canción (si eres músico)" o para contarlo en la próxima chupa, con mis panas, mientras escuchamos... Rock por supuesto.  Y ahí salta el genio creativo que llevamos todos los roqueros, porque las anécdotas se vuelven épicas, y resulta que fue uno el que le pegó al policía, el que se llevó a la pelada, el que peleó con cinco y al final le dio pena el sexto, el que tuvo la última palabra.  Pero la verdad, las derrotas, se las lleva uno a la tumba y solo las saca a pasear de vez en cuando, para que no se vayan a morir, para no olvidarlas.

Porque las derrotas, el hambre, las lágrimas, son importantes. Porque cuando el rock no tiene calle, no la vio negra, no ha sufrido... ¿Qué nos queda? ¿Blink? ¡Váyanse a la mierda!