martes, 14 de mayo de 2019

Nostalgia, celeste y blanco




Escribo esto pocos minutos después del cambio de mando en la Alcaldía de Guayaquil.  No voy a negar que he tenido que luchar contra mi cinismo para empujarme a escribir estas palabras.

He sido testigo de dos cambios de mando en esta institución. Cada uno con sus particularidades, pero debo decir que cuando me tocó vivirlos yo era muy distinto.

En el ya lejano y casi mítico año dos mil, me encontraba alegre y despreocupado, sin compartir la incertidumbre de mis compañeros de más edad, propia de estas transiciones.

Tenía veintidós años, y el mundo se pintaba distinto.  Nebot entraba a dirigir una Alcaldía que se había tomado ocho años en reconstruir a Guayaquil.

Cuando los que vivimos ese proceso, hablamos de reconstrucción, no estamos usando una metáfora.  El Palacio Municipal, en carne viva, era solo una pequeña prueba de lo que se vivía en el resto de la ciudad.

Sobre esa debacle, construimos.

Nebot nos presentó un plan que describió muy bien hacia dónde debíamos avanzar. El plan “Más Ciudad”.

Supimos comprender, los guayaquileños, que no era suficiente haber recuperado nuestra ciudad, sino que había que llevarla más allá. Que necesitábamos una ciudad dinámica, que sea motor y no solamente cuna.

Y el Alcalde logró conjugar esa visión, y sobre todo, donde creo que está uno de sus mayores aciertos, transmitirla.

Diecinueve años después, y como bien dijo en su discurso de despedida. Ha cumplido.

Hoy me toca ser testigo del inicio de la alcaldía de Cynthia Viteri.  Tanto hemos cambiado que, aunque me encuentro con caras conocidas, puedo decir con coherencia que ya no somos los mismos.

Mis sentimientos son distintos porque hay más en juego. Este nuevo periodo me llega casado, con familia, perros, casa y todas las experiencias que la vida me ha regalado.

Durante estos días, me han preguntado sobre esta nueva etapa.

Debo confesar que me ha ganado el cinismo en algunas de esas conversaciones. Quizás porque no quiero darle paso a la nostalgia, quizás porque, desde adentro, las cosas son muy distintas y probablemente no las pueda explicar.

En todo caso, un tema recurrente ha sido los “aires nuevos”.

Yo lo que puedo decir de eso es que creo que ese sentimiento no es una imposición desde la Alcaldía.

Ese sentimiento, tal como ocurrió con la reconstrucción de León y el “Más Ciudad” de Nebot, es la ciudad manifestándose a través de su representante, Cynthia Viteri.

Ese sentimiento, se llama esperanza.

Y soy culpable de tenerla.

viernes, 21 de julio de 2017

¿La corrupción es inherente al humano o al estado?


Si la frase de Yunda, de que la corrupción es inherente al ser humano y que hay que seguir luchando, te indignó, espero que haya sido por las razones correctas. Más allá de la antipatía que se pueda llegar a tener por el personaje, la frase desnuda un sentir muy arraigado en nuestra sociedad.

Yo quisiera dejar en claro que si bien la corrupción es un mal terrible, más terrible es que no nos demos cuenta de que estamos intentando “corregir” un sistema que está diseñado para que funcionen las palancas.

Para esto, necesitamos romper algunos mitos, o mejor dicho, paradigmas que escucho repetir de tanto en tanto.

Con X millones que se robaron se hubiesen pagado X años de tu sueldo

En verdad esta frase, vendedora, sirve para encender el coraje del interlocutor. Pero también infunde, desde mi perspectiva una premisa irreal. Tengámoslo claro, los dineros gastados en coimas y sobreprecios, no van a ir a dar a tu bolsillo mágicamente. No funciona así.

Lo que te están quitando es tu potencial de gastar tu dinero en lo que tú quieras. Todas estas “obras”, el gobierno las paga con los impuestos que te quita periódicamente. Mientras más cuesta la obra, pues más te van a quitar. Ahí es donde te afectan el sobreprecio o las coimas.

Si vas siguiendo el hilo, te empezaras a dar cuenta de que es mucho peor esto, que lo que dice la frase original.

La corrupción es un “crimen de cuello blanco”


La corrupción es un crimen y punto. Es criminal que los contribuyentes tengamos que pagar obligadamente por servicios que realmente cuestan mucho menos, que son muy malos y que, en ocasiones, este hecho de no poder pagarlos genera coactivas que terminan en el Estado apropiándose de los bienes de las personas.

Así que, la próxima vez que un corrupto de aquellos que luego unos añitos de “exilio” vuelven pavonéandose por las calles de tu ciudad, no por inocentes, sino por pacientes, cuando se defiendan diciendo “yo no he matado a nadie”, piénsalo dos veces antes de aplaudirlos.

Así siempre ha sido

La corrupción no es un destino. No está inscrita en nuestros genes, como quiere decir Yunda. Lo que sí está en nuestros genes es el instinto de supervivencia, y a través de ese instinto mucha gente agarra la boya de la corrupción, y otros no. Pero esa carga genética, es solo un impulso. Una de las cosas que nos hace humanos es justamente el hecho de que hemos ido controlando nuestros instintos y que evolucionamos gracias a eso.

Las instituciones sólidas, el poder judicial independiente, se construyen en sociedades íntegras. Sociedades que comparten valores, que rechazan a los corruptos, que los convierten en parias. Sociedades que no tienen miedo, después de todo.

Las sociedades íntegras, solo pueden integrarlas individuos íntegros, informados, educados.

Y sobre todo, las sociedades íntegras no toleran la impunidad.

Hay otro camino para nuestros barrios, nuestras ciudades y nuestras naciones. Empecemos a recorrerlo desde hoy, rompiendo mitos.

jueves, 25 de mayo de 2017

Diez años de insomnio


"Para dormir, lo único que hace falta es sueño"
Manuel Díaz Cervera


El último día que durmió bien, se volvió tan lejano, que parecía inexistente.  Cada amanecer lo recibía con espanto.  El sol no lo saludaba, sino que se burlaba de él y de los que esperan sin esperarlo. Y de primera, a vestirse, sin ganas, comer, sin ganas, hablar, sin ganas.  Solo quedaba la obra, el legado, la historia. El sacrificio.

Pero el sueño, era el único domador de su ira. Y ahora, el domador, se había ido lejos. Entonces la ira se hacía carne en él, porque el resto sí dormía, con ganas, comía, con ganas y vivían sus vidas, con ganas.

Y la ira es mala, pero es testaruda. La ira empuja. De mala gana, pero empuja. Así que luego entraba la vanidad a decir que no duerme por trabajar, que no duerme por ustedes, por nosotros.

No lo vio venir. Los piropos a su falta de sueño, eran más grandes que sus preocupaciones.  Era el hombre perfecto, el que no se despegaba de su trabajo, el que nunca descansa.

Pero así medio dormido, ¿qué se puede decidir?. ¿Cómo pensar en el futuro, cuando el presente se te cuelga de los párpados? Igual era impensable necesitar algo, ni siquiera algo tan básico como dormir bien. Él no podía pedir nada, porque ya se había dado entero. Y siempre hay tanto por hacer.

En piloto automático es fácil chocarse, equivocarse, perderse. Es fácil dejar que tus copilotos lo hagan por tí, porque al fin de cuentas, ellos sí pueden dormir. Ellos están más vivos, y tú solo estás para fachada.  Las ojeras, el rostro desencajado, son medallas, según tu apuesta. Has querido ser un mártir, aunque sea un mártir del trabajo sin fin.

No importó mucho a dónde nos estaba llevando tanto trabajo. Por lo menos no te podrán decir vago.

Diez años de insomnio, es mucho tiempo para una persona. Demasiados para un país.

Si hoy, por fín durmió, será porque sabe que tiene suficientes ovejas para contar.